Capítulo 10: Las dos transiciones a la democracia en la Argentina (1973 Y 1983)
Definiciones
Continuando con lo planteado en la introducción, es fundamental establecer claramente qué es una transición democrática. Este concepto puede entenderse como el período que transcurre desde que un régimen autoritario comienza a debilitarse hasta que se establece una democracia estable.
La transición tiene dos momentos importantes: el primero es cuando el régimen autoritario pierde poder y se realizan las primeras elecciones libres. El segundo, más prolongado, es cuando la democracia se consolida y ya no existe riesgo real de que los militares vuelvan a tomar el poder. Un ejemplo claro en Argentina fue el período entre 1982 y 1990: comenzó con la derrota en la Guerra de Malvinas, que debilitó a la dictadura militar, y terminó cuando el presidente Carlos Menem logró controlar definitivamente a los militares que intentaban desestabilizar la democracia.
Los estudios sobre transiciones democráticas surgieron en la década de 1980, cuando varios países en América Latina y otras regiones del mundo comenzaban a dejar atrás sus dictaduras. Los investigadores que estudiaban estos procesos no solo querían entenderlos académicamente, sino también ayudar a que las nuevas democracias fueran más estables y efectivas.
Estos especialistas se enfocaron en estudiar una forma específica de democracia: la poliarquía. Este término se refiere a un sistema que, si bien puede no ser una democracia perfecta, garantiza las libertades políticas fundamentales: elecciones libres y competitivas, libertad de expresión y de asociación, y la posibilidad de que cualquier ciudadano pueda participar en política.
En la siguiente sección, veremos quiénes son los actores principales que participan en una transición democrática y cómo sus acciones pueden determinar el éxito o fracaso del proceso.
Los actores políticos en la transición a la democracia
Como vimos en la sección anterior, una transición democrática es un proceso complejo. Para entenderlo mejor, es crucial identificar quiénes son sus protagonistas principales y qué rol juega cada uno. Durante este período, diferentes grupos sociales y políticos interactúan, a veces cooperando y otras compitiendo entre sí.
El primer actor fundamental es la élite política. Este grupo está formado por los líderes políticos que fueron desplazados del poder cuando se instaló la dictadura. Durante la transición, estos dirigentes comienzan a reunirse secretamente y a planificar el retorno a la democracia, aprovechando el debilitamiento del régimen autoritario. Por ejemplo, cuando una dictadura enfrenta una crisis económica o cuando la represión genera un fuerte rechazo social, la élite política encuentra su oportunidad para actuar.
El segundo actor clave es la sociedad civil. Esta incluye sindicatos, organizaciones de derechos humanos, asociaciones estudiantiles y otros grupos organizados. Cuando la dictadura se debilita y la represión disminuye, estos grupos aumentan su actividad pública y presionan por el retorno a la democracia. Un ejemplo significativo en Argentina fue el rol de las organizaciones de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo, que lograron poner el tema de las violaciones a los derechos humanos en el centro del debate público.
El tercer grupo lo conforman los llamados sectores blandos del régimen autoritario. Son aquellos que inicialmente apoyaron a la dictadura pero que, al ver su debilitamiento, prefieren negociar una salida democrática. Estos actores suelen buscar mantener cierta influencia en el nuevo sistema o evitar futuros juicios por su participación en el régimen anterior.
En contraste, existe un cuarto grupo: los sectores nostálgicos o "duros". Estos actores se oponen a cualquier apertura democrática y pueden intentar sabotear la transición, incluso después de que se haya establecido el nuevo gobierno democrático. En Argentina, ejemplos claros fueron los militares que protagonizaron levantamientos durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Finalmente, el quinto actor lo constituyen los actores internacionales. Estos incluyen organizaciones como la ONU, la OEA, y distintas redes internacionales de partidos políticos que pueden presionar a favor de la democracia y brindar apoyo a los actores locales que la promueven.
La interacción entre estos actores determina en gran medida el éxito o fracaso de una transición democrática. En la siguiente sección, veremos cómo la incertidumbre del proceso lleva a la necesidad de establecer acuerdos y pactos entre los diferentes grupos, especialmente entre las élites políticas.
Incertidumbre, élites políticas y pactos
La compleja interacción entre los actores que analizamos previamente ocurre en un contexto de gran incertidumbre. Nadie puede estar seguro de cómo se desarrollará el proceso ni cuál será su resultado final. En este escenario, las élites políticas juegan un papel crucial al intentar establecer reglas claras para el nuevo sistema democrático.
Los pactos políticos se convierten en una herramienta fundamental durante la transición. Estos acuerdos, que pueden ser públicos o secretos, buscan establecer garantías mutuas entre los diferentes actores. Por ejemplo, pueden definir cómo se realizarán las elecciones, qué partidos podrán participar, o cómo se tratará el pasado reciente.
Un caso ejemplar fue la transición española, conocida como el modelo de los Pactos de la Moncloa. Estos acuerdos permitieron que España pasara de una dictadura a una democracia de forma relativamente pacífica y ordenada, estableciendo un modelo que otros países intentarían seguir.
En Argentina, los pactos fueron más limitados y se centraron principalmente en establecer las reglas básicas para la competencia electoral. Esta ausencia de acuerdos más amplios tendría consecuencias importantes en las dos transiciones que analizaremos en las siguientes secciones: la fallida de 1973 y la exitosa de 1983.
La transición fallida de 1973
Las limitaciones de los pactos políticos que mencionamos en la sección anterior se hicieron evidentes en la primera transición democrática argentina de 1973. Este proceso comenzó cuando el general Agustín Lanusse fue designado para negociar el retorno a la democracia, en un contexto de creciente presión social y política.
El proceso de transición estuvo marcado por una condición fundamental: la proscripción de Juan Domingo Perón. Los militares estaban dispuestos a permitir elecciones democráticas, pero se negaban a que Perón pudiera ser candidato. Esta restricción generó una situación particular: los partidos políticos rechazaban públicamente esta condición, pero al mismo tiempo aprovechaban la apertura para reorganizarse y negociar entre ellos.
Durante 1972, se lograron algunos acuerdos importantes. Se estableció un nuevo Código Electoral Nacional y se adoptó el sistema proporcional para la elección de diputados. Sin embargo, estos acuerdos eran frágiles y limitados, principalmente porque excluían a una figura central de la política argentina: Perón.
La situación se complejizó cuando Perón regresó al país a fines de 1972. A pesar de no poder ser candidato, logró tejer alianzas con diferentes sectores políticos, incluyendo facciones del radicalismo. El momento más simbólico fue el abrazo Perón-Balbín, que parecía augurar una nueva era de cooperación política.
Sin embargo, la transición comenzó a desmoronarse rápidamente. El gobierno de Héctor Cámpora duró apenas 49 días, y la posterior presidencia de Perón se vio marcada por conflictos internos cada vez más violentos. La muerte de Perón en 1974 aceleró el deterioro de la situación política, con el surgimiento de grupos paramilitares y el incremento de la violencia política. Para 1975, con más de 300 asesinatos políticos, la democracia estaba al borde del colapso.
Esta transición fracasó por varios motivos: la exclusión inicial de actores políticos clave, la falta de acuerdos sólidos sobre cómo manejar los conflictos sociales y políticos, y la incapacidad de contener la violencia política creciente. Todo esto llevó al golpe militar de 1976, demostrando que los pactos limitados y las exclusiones políticas pueden socavar gravemente una transición democrática.
La transición definitiva de 1983
A diferencia de la experiencia de 1973, la transición de 1983 se produjo en un contexto muy diferente. El régimen militar que había tomado el poder en 1976 se encontraba profundamente desacreditado tras la derrota en la Guerra de Malvinas y el fracaso de su política económica.
La crisis del régimen militar se había iniciado incluso antes de Malvinas. En 1979, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos había visitado el país y documentado las violaciones a los derechos humanos, obligando a los militares a reconocer por primera vez la existencia de desaparecidos.
Tras la derrota en Malvinas, el último presidente militar, general Reynaldo Bignone, se vio forzado a convocar elecciones. Esta vez, a diferencia de 1973, no hubo proscripciones ni condiciones explícitas para la participación política. Los partidos políticos pudieron organizarse libremente y presentar sus candidatos.
Las elecciones de 1983 fueron ganadas por Raúl Alfonsín, quien había hecho campaña prometiendo juzgar a los militares por las violaciones a los derechos humanos. Este compromiso marcó una diferencia fundamental con la transición anterior: esta vez se buscaría hacer justicia por los crímenes de la dictadura.
Sin embargo, la consolidación democrática no fue inmediata. Durante el gobierno de Alfonsín se produjeron tres levantamientos militares, y uno más durante la presidencia de Menem. La resolución definitiva llegó cuando Menem reprimió el último levantamiento militar en 1990, aunque al costo de indultar a los militares previamente condenados.
A diferencia de 1973, esta transición logró establecer una democracia duradera por varios motivos: un contexto internacional más favorable a la democracia, el desprestigio total de los militares tras la derrota en Malvinas, y un mayor consenso entre los actores políticos sobre la necesidad de mantener el sistema democrático a pesar de las diferencias partidarias.
A modo de cierre
El análisis de estas dos transiciones democráticas en Argentina nos permite extraer lecciones importantes sobre cómo se construye y mantiene una democracia. La transición de 1973, aunque estableció algunas bases importantes como el Código Electoral Nacional, fracasó por la falta de acuerdos sólidos y la incapacidad de controlar la violencia política.
En contraste, la transición de 1983 logró establecer una democracia duradera, aunque enfrentó sus propios desafíos. El éxito se debió en gran parte a la capacidad de la élite política de mantener acuerdos básicos sobre las reglas democráticas, aun cuando existían profundas diferencias en otros aspectos.
La experiencia argentina demuestra que una transición democrática exitosa requiere más que simplemente realizar elecciones. Necesita acuerdos políticos sólidos, el compromiso de los actores principales con las reglas democráticas, y la capacidad de resolver conflictos dentro del marco institucional. Estas lecciones siguen siendo relevantes para entender y fortalecer las democracias actuales.