Capítulo 9: Golpes de Estado y otras formas de interrupción institucional

En la búsqueda de un concepto. Elementos en común

Todo golpe de Estado tiene como objetivo principal producir una ruptura del régimen político existente. Típicamente, esto significa derrocar un gobierno constitucional para reemplazarlo por otro que no respeta las normas democráticas. En Argentina, desde 1930 hasta 1976, cada golpe de Estado significó el fin de un gobierno democrático y el inicio de un régimen autoritario.

Es importante entender que un golpe de Estado siempre es una acción ilegal. Las constituciones establecen formas específicas para acceder al poder y ejercerlo, y los golpes de Estado violan deliberadamente estas normas. En el caso de golpes militares, se rompe el principio fundamental de que las fuerzas armadas deben obedecer a las autoridades políticas elegidas democráticamente.

Otro elemento característico es el uso de la violencia. Los golpes de Estado implican necesariamente algún grado de fuerza, desde la simple amenaza hasta el uso directo de armas. El nivel de violencia suele relacionarse con qué tan fuerte es la oposición al golpe y cuánto apoyo tiene el gobierno que se intenta derrocar.

Aunque los militares suelen liderar los golpes, estos raramente son acciones puramente militares. Por lo general, cuentan con el apoyo de diversos sectores civiles, incluyendo políticos, empresarios, medios de comunicación y, en ocasiones, potencias extranjeras. Esta diversidad de actores nos lleva a la siguiente sección, donde veremos cómo se pueden clasificar los diferentes tipos de golpes de Estado.

Los golpes de Estado pueden clasificarse

Los golpes de Estado pueden categorizarse en diferentes tipos según quiénes los ejecutan y cómo se desarrollan. El tipo más común en Argentina ha sido el golpe militar, donde las Fuerzas Armadas asumen el control de todas las instituciones del Estado.

En los golpes militares, los uniformados no solo toman el poder sino que también designan autoridades en todos los niveles: presidente, gobernadores, intendentes y embajadores. Un ejemplo claro fue el golpe de 1976, cuando Argentina fue dividida administrativamente entre las tres armas (Ejército, Marina y Fuerza Aérea).

Sin embargo, existen otros tipos de golpes. Los golpes civiles son aquellos donde otros actores políticos o sociales toman el poder por la fuerza. Aunque menos comunes en Argentina, han ocurrido en otros países latinoamericanos, como Honduras en 2009.

Una tercera categoría es el autogolpe, donde un presidente elegido democráticamente se convierte en dictador al anular otros poderes del Estado. Alberto Fujimori en Perú (1992) es un ejemplo clásico de este tipo de golpe, aunque Argentina no ha experimentado esta variante.

Interrupciones institucionales sin cambio de régimen

A partir de la década de 1990, los golpes de Estado militares tradicionales se volvieron menos frecuentes en América Latina. Esto se debió tanto al fin de la Guerra Fría como al desprestigio de los militares por sus violaciones a los derechos humanos y su mala gestión económica.

Sin embargo, esto no significó el fin de la inestabilidad política. Surgieron nuevas formas de interrumpir gobiernos democráticos que, a diferencia de los golpes de Estado, no cambian el régimen político. Estas interrupciones institucionales pueden ocurrir por diversos factores, como presión del congreso, protestas masivas o crisis económicas severas.

Por ejemplo, varios presidentes latinoamericanos fueron removidos por sus congresos, como Fernando Collor de Mello en Brasil (1992) y Fernando Lugo en Paraguay (2012). En otros casos, la presión de grupos económicos a través de ataques especulativos contra la moneda o protestas sociales organizadas llevó a la renuncia de presidentes.

En Argentina, casos como el fin anticipado del gobierno de Raúl Alfonsín en 1989 y la crisis que llevó a la renuncia de Fernando de la Rúa en 2001 ejemplifican estas nuevas formas de inestabilidad política, donde la combinación de crisis económica y protestas sociales fuerza cambios de gobierno sin alterar el sistema democrático.

Golpes de Estado en la Argentina

Argentina experimentó cinco golpes de Estado militares durante el siglo XX: en 1930, 1943, 1955, 1966 y 1976. Cada uno tuvo características particulares que reflejan diferentes momentos históricos y objetivos políticos.

El primer golpe de Estado (1930), liderado por el general José Félix Uriburu, derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen e inauguró la llamada década infame. Este golpe estableció un precedente peligroso al ser legitimado por la Corte Suprema mediante la "doctrina de los gobiernos de facto".

El golpe de 1943 fue único por derrocar a otro gobierno no democrático y por tener participación exclusivamente militar. De este golpe emergería la figura de Juan Domingo Perón, quien más tarde sería elegido presidente democráticamente. El golpe de 1955, en cambio, fue marcadamente antiperonista y se caracterizó por su violencia contra los seguidores de Perón.

Los últimos dos golpes (1966 y 1976) representaron un cambio significativo: ya no buscaban ser transitorios sino establecer regímenes permanentes. El golpe de 1976 fue especialmente trágico, instaurando un terrorismo de Estado que resultó en miles de desaparecidos, muertos y exiliados.

Las interrupciones institucionales en la Argentina

Argentina también experimentó varias interrupciones institucionales donde los presidentes no completaron sus mandatos pero se mantuvo el orden constitucional. Los casos más notables fueron los de Héctor Cámpora (1973), Arturo Frondizi (1962) y Fernando de la Rúa (2001).

La renuncia de Cámpora en 1973 fue un caso particular, ya que respondió a movimientos internos del peronismo para permitir el retorno de Perón a la presidencia. En el caso de De la Rúa (2001), su renuncia en medio de una crisis económica y social llevó a una sucesión de presidentes interinos, pero siempre dentro del marco constitucional.

El (fracasado) golpe de Estado contra Frondizi: un caso particular

El caso de Arturo Frondizi (1962) representa un ejemplo fascinante de un golpe de Estado que se transformó en una interrupción institucional. Los militares lograron forzar la salida de Frondizi, pero no pudieron (o no quisieron) romper completamente el orden constitucional.

Cuando Frondizi fue depuesto, el presidente del Senado, José María Guido, asumió rápidamente la presidencia siguiendo la línea sucesoria constitucional. Los militares, divididos internamente y enfrentando posibles costos políticos, optaron por aceptar esta solución intermedia: habían logrado sacar a Frondizi pero manteniendo una fachada de legalidad constitucional.

Este caso ilustra perfectamente la diferencia entre un golpe de Estado y una interrupción institucional: aunque el presidente fue forzado a dejar el cargo, el sistema democrático sobrevivió, aunque debilitado, al mantenerse los mecanismos constitucionales de sucesión.

Para finalizar

A lo largo de este capítulo, hemos explorado los conceptos fundamentales de golpes de Estado e interrupciones institucionales, distinguiendo sus características específicas y analizando cómo se manifestaron en la historia argentina.

Un aspecto crucial que emerge de este análisis es que algunas sociedades han logrado evitar completamente los golpes de Estado, mientras que otras, como Argentina, han recurrido repetidamente a esta forma de ruptura institucional como respuesta a crisis políticas o económicas.

La frecuencia de golpes de Estado en Argentina durante el siglo XX refleja una profunda dificultad de las élites para alcanzar consensos básicos sobre el rumbo del país. Esta incapacidad para establecer acuerdos fundamentales sobre políticas económicas y sociales contribuyó a la inestabilidad política crónica.

Comprender estos eventos históricos no es un ejercicio meramente académico. Las lecciones que podemos extraer de este análisis son vitales para fortalecer las instituciones democráticas actuales y prevenir futuras crisis políticas. La construcción de una democracia estable requiere no solo instituciones fuertes, sino también una cultura política que privilegie el diálogo y el consenso por sobre la ruptura institucional.

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