El Mundo de las Palabras: Una introducción a la naturaleza humana
Este texto del primer capítulo de la obra de Steven Pinker explora la relación fundamental entre las palabras y diversos aspectos de nuestra experiencia humana. El autor presenta un análisis profundo sobre cómo el lenguaje se conecta con nuestros pensamientos, la realidad, nuestras comunidades, nuestros sentimientos y nuestras relaciones sociales, constituyendo un elemento central para comprender la naturaleza humana. Este primer capítulo titulado "Las palabras y los mundos" sienta las bases para entender la complejidad del lenguaje como ventana a la cognición humana y como herramienta para navegar nuestras interacciones sociales.
Introducción: Las palabras y los mundos
Pinker comienza con el análisis de un caso que ilustra la importancia de la semántica: los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center. El autor plantea una pregunta aparentemente simple pero profunda: ¿Cuántos sucesos ocurrieron exactamente aquella mañana en Nueva York? La respuesta podría ser uno (una conspiración única) o dos (dos ataques separados a dos edificios distintos). Esta pregunta no es meramente académica, sino que tuvo implicaciones económicas de 3.500 millones de dólares en un caso judicial sobre seguros, donde se debatía si el 11-S constituía uno o dos "sucesos" según las pólizas de seguro.
Este ejemplo sirve como punto de partida para explorar cómo la semántica —el estudio del significado de las palabras— trata sobre la relación de las palabras con diferentes mundos:
- Las palabras y el pensamiento
- Las palabras y la realidad
- Las palabras y la comunidad
- Las palabras y los sentimientos
- Las palabras y las relaciones sociales
Las palabras y los pensamientos
Este apartado profundiza en la relación entre las palabras y nuestros procesos cognitivos, usando como punto de partida el debate sobre si el 11-S constituyó uno o dos sucesos.
La semántica conceptual
Pinker explica que la mente humana convierte el flujo continuo del tiempo en fragmentos diferenciados llamados "sucesos". Cómo dividimos estos sucesos depende de nuestro enfoque: a veces nos centramos en el cambio de estado de un objeto (el derrumbe de un edificio) y otras veces en el objetivo de un actor humano (la ejecución de una conspiración).
El autor introduce el concepto de semántica conceptual, que representa el "lenguaje del pensamiento" —un inventario de conceptos y esquemas mentales que nos permite organizar la realidad. Este lenguaje del pensamiento debe ser distinto del propio lenguaje verbal, ya que de lo contrario no podríamos hablar sobre lo que significan las palabras.
Encuadres alternativos de la realidad
Un aspecto fundamental que Pinker destaca es cómo el lenguaje del pensamiento nos permite "enmarcar" una misma situación de formas distintas e incompatibles. Por ejemplo, el 11-S puede verse como un suceso o como dos, dependiendo de cómo lo describamos mentalmente.
Esta capacidad de encuadrar de formas alternativas es la fuente de la riqueza de la vida intelectual humana y también de numerosos debates políticos y morales contemporáneos, como:
- ¿La investigación con células madre destruye una bola de células o a un incipiente ser humano?
- ¿La incursión del ejército estadounidense en Irak fue una invasión o una liberación?
- ¿El aborto interrumpe un embarazo o mata a un niño?
El tiempo como espacio en el pensamiento
Pinker señala una característica fascinante de nuestra cognición: tratamos los sucesos en el tiempo como si fueran objetos en el espacio. El debate sobre contar sucesos (uno o dos en el 11-S) es similar a contar objetos físicos.
El autor explica que la mente clasifica el espacio en categorías discretas ("una salchicha") o continuas ("carne"), y de forma similar clasifica el tiempo en sucesos discretos ("cruzar la calle") o actividades continuas ("dar un paseo"). Esta equivalencia entre tiempo y espacio en nuestra cognición se manifiesta en numerosas metáforas implícitas, como "pasar una reunión de las 3:00 a las 4:00".
El lenguaje está saturado de metáforas implícitas como LOS SUCESOS SON OBJETOS Y EL TIEMPO ES ESPACIO.
Las palabras y la realidad
La segunda dimensión que Pinker analiza es la compleja relación entre las palabras y la realidad objetiva, utilizando como ejemplo otro debate surgido tras el 11-S: la controversia sobre si el presidente Bush mintió en su Discurso sobre el Estado de la Nación de 2003.
Verbos factitivos y el compromiso con la verdad
Pinker examina la frase de Bush: "El gobierno británico se ha enterado de que Sadam Husein buscó recientemente cantidades importantes de uranio en África". La clave está en el verbo "enterarse" (learn), que los lingüistas denominan un verbo factitivo.
Los verbos factitivos implican que la creencia atribuida al sujeto es verdadera. Por ejemplo, podemos decir "Mitch piensa que Dewey derrotó a Truman" (aunque sea falso), pero no podemos decir "Mitch sabe que Dewey derrotó a Truman" porque, de hecho, Dewey no derrotó a Truman.
Esta distinción revela que las personas son "realistas" en el sentido filosófico: tácitamente admitimos que determinadas proposiciones son verdaderas o falsas, independientemente de lo que alguien crea. Así, cuando Bush dijo que el gobierno británico "se había enterado" de la búsqueda de uranio, implícitamente afirmaba que dicha búsqueda realmente ocurrió, no solo que los británicos lo creían.
El significado de los nombres propios
Pinker utiliza el caso de "William Shakespeare" para ilustrar otro aspecto de la relación entre palabras y realidad. ¿Qué significa realmente este nombre? ¿Es una descripción ("el autor de Hamlet") o simplemente una etiqueta que designa a una persona específica?
El autor argumenta que un nombre no tiene definición en términos de otras palabras o conceptos. En cambio, un nombre "indica" o señala a un ente del mundo porque en algún momento se le asignó ese apodo. Así, "William Shakespeare" apunta a la persona a quien sus padres bautizaron con ese nombre, independientemente de lo que hiciera o de cuánto sepamos sobre él. Esta concepción se relaciona con la teoría causal de la referencia en filosofía del lenguaje.
Esta característica de los nombres propios —estar "rígidamente uncidos al mundo"— contribuye a disipar la preocupación de que el lenguaje nos atrape en una red de símbolos independientes de la realidad. Al estar anclados a personas y objetos reales, los significados no son meramente circulares.
El robo de identidad y la semántica
Pinker aplica estas ideas al fenómeno contemporáneo del robo de identidad. Cuando alguien suplanta nuestra identidad, enfrentamos el reto de demostrar que nosotros, y no el impostor, somos el verdadero referente de nuestro nombre.
La solución implica establecer una cadena causal ininterrumpida que conecte el uso actual de nuestro nombre con el momento original en que nos lo asignaron. Las medidas contra el robo de identidad dependen de esta lógica de los nombres y de la relación palabras-realidad.
Las palabras y la comunidad
El tercer aspecto que Pinker analiza es cómo las palabras vinculan a las personas en comunidades lingüísticas, mostrando las dinámicas sociales de la denominación.
La dinámica social de los nombres propios
Pinker observa que los nombres propios, aunque teóricamente son etiquetas arbitrarias, en la práctica asumen significados por asociación con la generación y la clase social de quienes los llevan. Por ejemplo, el nombre "Murray" evoca a una persona mayor de 60 años, de clase media y probablemente judía.
El autor explica que los nombres siguen ciclos de moda, revelando la cohorte generacional a la que pertenecen. Utiliza ejemplos de nombres judíos-estadounidenses que evolucionaron desde nombres yiddish como "Moishe" o "Mendel", pasando por nombres anglosajones como "Murray" e "Irving" en la década de 1930, hasta nombres más neutros como "David" o "Michael" en la generación del baby boom.
Estos ciclos ocurren porque las personas de una comunidad tienen reacciones sorprendentemente similares ante los nombres. El "tinte" de un nombre proviene tanto de sus sonidos como de los estereotipos asociados a las personas mayores que lo llevan.
El origen y la difusión de nuevas palabras
Pinker extiende su análisis a cómo surgen y se difunden nuevas palabras en el lenguaje. Aunque todas las palabras deben haber sido acuñadas originalmente por un único hablante, el proceso por el cual una comunidad adopta colectivamente una nueva palabra sigue siendo en gran medida misterioso.
El autor examina el caso de la palabra "spam" para ilustrar el tortuoso camino que puede seguir una palabra. Contra la creencia popular, "spam" no son siglas de "Short, Pointless, and Annoying Messages", sino que deriva del nombre de un fiambre de cerdo. Su uso para referirse al correo electrónico no deseado proviene de un sketch de los Monty Python en el que la palabra se repetía obsesivamente.
Pinker enfatiza que la dinámica de la denominación —tanto para niños como para conceptos— es "tercamente caótica" e impredecible, lo que nos enseña algo sobre la cultura en general: las prácticas culturales deben originarse en innovadores individuales y luego difundirse socialmente, pero este proceso sigue patrones complejos que desafían explicaciones simples.
Las palabras y los sentimientos
La cuarta dimensión que Pinker explora es la carga emocional que las palabras pueden adquirir, centrándose especialmente en los tabúes lingüísticos.
Connotación y denotación
Pinker comienza señalando cómo las palabras adquieren connotaciones emocionales además de sus denotaciones literales. Cita la famosa fórmula de Bertrand Russell: "yo soy firme; tú eres obstinado; él es testarudo", donde el significado literal permanece constante, pero el tono emocional va de lo positivo a lo negativo.
El lenguaje tabú y las palabrotas
El autor profundiza en el extraño fenómeno de la blasfemia y las palabrotas, preguntándose por qué, cuando nos sucede algo desagradable, recurrimos a palabras relacionadas con la sexualidad, la excreción o la religión.
Pinker observa que estos arrebatos parecen tener origen en partes profundas y antiguas del cerebro, recordándonos a las vocalizaciones animales como el gañido de un perro cuando se le pisa la cola. Sin embargo, a diferencia de las vocalizaciones animales, las palabrotas están compuestas por palabras del lenguaje y se pronuncian siguiendo las reglas fonológicas del mismo. Es como si el cerebro humano hubiera conectado un sistema primitivo de llamadas y gritos con el nuevo sistema de habla articulada.
Recurrimos a determinadas palabras referentes a la sexualidad, la excreción y la religión cuando nos encontramos en un estado nervioso, pero recelamos de tales palabras cuando nos encontramos en cualquier otro estado.
El poder de los tabúes lingüísticos
Pinker destaca la aparente irracionalidad de los tabúes lingüísticos. Por ejemplo, la excreción es una actividad biológica universal, pero todas las palabras inglesas para referirse a ella son indecentes, infantiles o clínicamente frías. De manera similar, no existe un verbo transitivo decoroso en inglés para referirse al acto sexual.
El autor observa cómo estos tabúes perduran incluso en la era moderna, con leyes como la "Ley de radio y televisión limpias" que imponen multas a los medios que no censuran ciertas palabras. Pinker señala la hipocresía inherente a estos tabúes, como cuando el vicepresidente Dick Cheney usó un lenguaje obsceno en el Senado el mismo día que se aprobaba una ley contra tal lenguaje en los medios.
Finalmente, Pinker extiende su análisis a tabúes raciales contemporáneos, como la palabra "n-word" en inglés (equivalente a "negrata"), cuyo uso está fuertemente restringido. El autor concluye que la psicología de la "magia de la palabra" no es solo una peculiaridad de personas conservadoras o censoras, sino un elemento fundamental de nuestra constitución emocional y lingüística.
Las palabras y las relaciones sociales
La quinta y última dimensión que Pinker analiza es cómo utilizamos el lenguaje para negociar nuestras relaciones sociales, a menudo comunicando intenciones de manera indirecta.
Niveles múltiples de interpretación
Pinker comienza con una anécdota sobre un pasajero arrogante y una empleada de aerolínea. Cuando el pasajero pregunta "¿Tiene usted idea de quién soy yo?", la empleada responde por megafonía: "Tenemos a un pasajero aquí que NO SABE QUIÉN ES".
Este intercambio ilustra cómo el lenguaje se interpreta en múltiples niveles más allá del contenido literal. La pregunta del pasajero pretendía ser una exigencia de reconocimiento de su estatus superior, pero la empleada simuló interpretarla como una solicitud literal de información, invirtiendo así la relación de poder.
La comunicación indirecta
Pinker examina por qué las personas frecuentemente no dicen directamente lo que quieren decir, especialmente en peticiones, insinuaciones, sobornos o amenazas:
- "Si pudieras pasarme el guacamole, sería formidable." (en lugar de "Pásame el guacamole")
- "¿Te gustaría subir a ver mi colección de sellos?" (como insinuación sexual)
- "Tienes aquí muchas cosas de valor. Sería una lástima que le ocurriera algo a todo esto." (como amenaza velada)
El autor argumenta que esta comunicación indirecta no funciona realmente como una "negación plausible" en sentido legal, ya que el mensaje real es transparente. En cambio, funciona como una forma de negociar sutilmente las relaciones sociales.
Por ejemplo, un "imperativo interrogativo" o "whimperative" ("¿Podrías pasarme la sal?") permite hacer una petición sin tratar a la otra persona como subordinada. Esta comunicación indirecta permite transmitir tanto el contenido de la petición como el reconocimiento de la relación social.
Implicaciones sociales de la comunicación indirecta
Pinker concluye que la conversación cotidiana funciona como una sesión diplomática donde las partes negocian relaciones de poder, intimidad y justicia. Cuando esta comunicación indirecta falla o se malinterpreta, pueden surgir conflictos significativos, como ilustra el caso de acoso sexual de Clarence Thomas y Anita Hill en 1991.
El autor señala que estas complicaciones de la comunicación indirecta han creado verdaderos quebraderos de cabeza para instituciones que deben juzgar denuncias de acoso sexual, especialmente cuando las insinuaciones se hacen de manera indirecta.
Conclusión: El lenguaje como ventana a la naturaleza humana
Pinker concluye que las palabras son cruciales para entender la naturaleza humana porque revelan aspectos fundamentales de nuestra cognición y organización social.
El autor destaca que somos "verbívoros", una especie que vive de las palabras, y que el significado y uso del lenguaje son preocupaciones centrales de nuestra existencia. Sin embargo, advierte que el lenguaje es ante todo un medio para expresar pensamientos y sentimientos, no los propios pensamientos y sentimientos.
Esta distinción entre lenguaje y pensamiento es crucial para la psicología cognitiva, pues sugiere que existe un nivel de representación mental (el "lenguaje del pensamiento" o mentalés) que es anterior y más fundamental que el lenguaje verbal que utilizamos para comunicarnos.
Finalmente, Pinker anticipa que en los capítulos siguientes explorará cómo nuestras palabras y construcciones revelan ideas sobre la realidad física y la vida social que son similares en todas las culturas pero diferentes de los productos de la ciencia formal. Estas estructuras están enraizadas tanto en nuestro desarrollo individual como en la historia de nuestra comunidad lingüística y en la evolución de nuestra especie.
Por estas razones, espero convencer al lector de que los 3.500 millones de dólares que estaban en juego en la interpretación de la palabra "suceso" no son más que una parte del valor que tiene la comprensión de los mundos de las palabras.
Esquema de Estudio: Los Cinco Mundos de las Palabras
Mundo | Conceptos Clave | Ejemplo Principal |
---|---|---|
Palabras y Pensamientos | Semántica conceptual, Encuadres alternativos, Metáforas conceptuales, Tiempo como espacio | Atentados del 11-S como uno o dos sucesos |
Palabras y Realidad | Verbos factitivos, Teoría causal de referencia, Anclaje de nombres propios | Bush y las 16 palabras sobre uranio/Caso Shakespeare |
Palabras y Comunidad | Ciclos de modas en nombres, Difusión de neologismos, Propiedad colectiva del lenguaje | Evolución del nombre 'Murray'/Origen de 'spam' |
Palabras y Sentimientos | Connotación vs. denotación, Tabúes lingüísticos, Lenguaje blasfemo | Las siete palabras prohibidas/la palabra-n |
Palabras y Relaciones Sociales | Comunicación indirecta, Múltiples niveles de interpretación, Whimperatives | Historia del pasajero y la empleada de aerolínea |
Implicaciones Psicológicas
- Existencia de un lenguaje del pensamiento anterior al lenguaje verbal
- Estructuras cognitivas compartidas entre culturas
- Base neurológica del lenguaje emocional y tabú
- Negociación de relaciones sociales a través del lenguaje indirecto
- Importancia del lenguaje para entender la naturaleza humana